Por Gloria Copeland

Imagina por un momento que perteneces a la familia más rica del mundo. Imagina que tus padres fueran los Rockefeller, por ejemplo, y que hubieras crecido rodeado de abundancia ilimitada y riquezas extravagantes. ¡Piensa en cuál sería tu perspectiva financiera!

La Diligencia hace la Diferencia

 

Siempre tendrías la expectativa de tener mucho dinero. Pensarías en términos de abundancia, no de escasez. Sabrías que nunca tendrías que prescindir o preguntarte cómo vas a pagar un auto nuevo. Tendrías todos los coches, aviones, barcos y cualquier otra cosa que quisieras.

Como nunca has conocido nada más que riqueza, tu mentalidad sería: “Así son las cosas en mi familia. Somos muy, muy ricos.” ¡Esa es la actitud que debes tener como creyente!

Aunque en lo natural tu apellido no sea Rockefeller, has nacido en la familia más rica que existe. Has nacido de nuevo en la familia espiritual de Dios, y es tan real como cualquier familia natural, solo que es más rica y poderosa. ¡Ninguna otra familia se acerca siquiera a la familia de Dios!

 

Mia es toda la tierra y toda su plenitud (Salmo 24:1)…Míos son todos los animales del bosque, ¡los miles de animales que hay en las colinas! (Salmo 50:10). Toda la plata y el oro del mundo entero le pertenecen. Todos los tesoros enterrados y las riquezas escondidas son Suyos y Él sabe dónde están todos (Isaías 45:3).

¡Nuestro Padre es un Dios rico, rico! Él creó la riqueza en todo este planeta y la puso en la tierra para que Su familia la disfrute. En otras palabras, ¡Él la puso aquí para nosotros!

“Bueno”, alguien podría decir, “Creo que ese es un punto de vista extremo. Es solo una idea que se les ocurrió a los predicadores de la prosperidad”. No, no se nos ocurrió. A nuestro Dios bueno y misericordioso se le ocurrió. La prosperidad siempre ha sido el plan de Dios para su pueblo. A lo largo de las Escrituras, mientras Sus hijos e hijas le obedecieron, caminaron en sobreabundancia.

Piensa en lo ricos que eran Adán y Eva en el Jardín del Edén. Hasta que decidieron desobedecer a Dios y hacer las cosas a su manera, tenían todo lo bueno que podían desear. Piensa en lo próspero que era Abraham. Le creyó a Dios, hizo lo que dijo y terminó siendo más rico que los reyes de las naciones. Caminó fielmente en su pacto con Dios y se hizo “muy rico en ganado, en plata y en oro” (Génesis 13:2).

Lo mismo sucedió con los israelitas. Aunque vivían bajo el Antiguo Pacto, cuando obedecían a Dios tenían todas sus necesidades satisfechas. Eran la cabeza y no la cola. Tuvieron la victoria dondequiera que fueron. Tuvieron un excedente de prosperidad y LA BENDICIÓN de Abraham se manifestó en sus vidas.

Ahora nosotros, como creyentes, somos la simiente de Abraham (Gálatas 3:29) y esa misma BENDICIÓN ha venido sobre nosotros. Es tan poderosa como siempre, y podemos caminar en ella más fácilmente que los israelitas porque tenemos un mejor pacto: Hemos sido hechos justicia de Dios en Cristo Jesús. Tenemos Su Espíritu dentro de nosotros, y Él nos ha dado un corazón para obedecerlo.

Todo lo que queda ahora es que aprendamos a cooperar con Él. Solo necesitamos buscar en la Palabra y descubrir cómo hacer las cosas a Su manera para que podamos vivir de acuerdo con Sus leyes de abundancia.

No Engordes tu Cuenta Bancaria Matando de Hambre tu Alma

¡Las leyes de abundancia de Dios son maravillosas! Son tan confiables como la ley de la gravedad. Trabajan de la misma manera todo el tiempo, y cualquier miembro de la familia que camine en ellas puede vivir una vida abundantemente y próspera.

Los creyentes que no caminan en esas leyes, por otro lado, vivirán muy por debajo de sus privilegios financieros. Solo tendrán que tratar de arreglárselas en la naturaleza lo mejor que puedan. Dios no podrá hacer mucho por ellos financieramente porque, a pesar de que son sus hijos, en lo que respecta al dinero, todavía creen y operan como incrédulos.

Cuando se encuentran en un aprieto financiero, se preocupan e inquietan y tratan de encontrar formas de obtener más dinero. Cuando quieren cosas que no pueden pagar, se frustran y acumulan más deudas. Si su cuenta bancaria no es tan grande como quisieran, reducen sus donaciones y acumulan cada centavo de sus ingresos que les es posible.

Desde la perspectiva del mundo, suenan como cosas normales, no es la forma en que opera la familia de Dios. No vamos tras el dinero y las cosas materiales. Buscamos a Dios, y las cosas vienen a nosotros. Esa es la ley fundamental de la abundancia sobrenatural. Es lo que Jesús enseñó en Mateo 6:33. Él dijo: “Buscad (apuntad y luchad) primero que todo por el reino [de Dios] y Su justicia (Su manera de hacer y de ser rectos), y luego todas estas cosas en conjunto os serán dadas además” (Biblia Amplificada, Clásica).

¡Hablando de maneras de prosperar! Esta es la mejor manera de hacerlo: viviendo para Dios y poniendo Su Palabra en primer lugar en nuestras vidas.

No hay ningún inconveniente en esa forma de prosperar como lo hay en el camino del mundo. Cuando las personas se enriquecen a la manera del mundo, terminan como el hombre rico de Lucas 12. ¿Lo recuerdan? Amasó una gran fortuna por sus propios esfuerzos carnales, con toda la intención de gastarla en sí mismo, como nunca prestó atención a Dios, al final su riqueza no le sirvió de nada. Terminó muriendo antes de poder disfrutarla. (Vea los versículos 16-20.)

Ese no es un ejemplo que queramos seguir. ¡Jesús dijo que las personas que acumulan tesoros para sí mismas pero no son ricas para con Dios son insensatas! Su cuenta bancaria engorda pero al final su alma acaba muriendo de hambre. La única respuesta que tienen es el dinero y no los llevará al cielo. No los sanará de una enfermedad terminal. No romperá el poder de las adicciones que los han esclavizado.

Sin embargo, cuando buscan a Dios primero, prosperan “como prospera tu alma”. Crecen financieramente a medida que “caminan en la verdad” (3 Juan 2-3), y la verdad los haces libres (Juan 8:32).

¿Qué significa exactamente andar en la verdad?

Significa que vives una vida piadosa: haces de la Palabra de Dios tu autoridad final y haces lo que Él dice que hagas. Significa que guardas Su Palabra en tu corazón y en tu boca. Tú crees y dices lo que Él dice de ti. Cuando enfrentas dificultades financieras, no andas hablando de pobreza y necesidades. No dices cosas como: “Simplemente no veo cómo voy a pagar todas estas cuentas”. Pones tu fe en las escrituras como Filipenses 4:19 y dices: “¡Mi Dios suplirá todo lo que me falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús!”

Cuando caminas en la verdad, también pones a Dios primero en tus finanzas. Haces del diezmo una prioridad. Das alegremente a los demás siempre que el Señor te dirija, confiando en que el Señor te BENDECIRÁ a cambio porque, como dice Gálatas 6:7: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.

Una posesión preciosa

“Pero Gloria”, podrías decir, “yo hago todas esas cosas. Paso tiempo en la Palabra todos los días. Creo y confieso la Palabra sobre mis finanzas. Diezmo y doy. ¡Sin embargo, todavía no estoy prosperando!”

Entonces tal vez necesites controlarte en otra área. Tal vez necesites ver cómo te va cuando se trata de ser diligente. La diligencia es otra de las leyes fundamentales de la abundancia de Dios. Se define como “aplicación constante a negocios de cualquier tipo; esfuerzo constante para lograr lo que se emprende.”

La diligencia es perseverancia. Es hacer de todo corazón cualquier trabajo que te hayan encomendado. Es parte de lo que te hace prosperar. 

Es posible que no escuches tantos sermones sobre la diligencia como sobre otras cosas, pero Dios nos dice una y otra vez en las Escrituras lo valiosa que es. En Proverbios, por ejemplo, dice:

  • “Las manos negligentes llevan a la pobreza; las manos diligentes conducen a la riqueza” (Proverbios 10:4).

  • “El de manos diligentes gobernará; pero el perezoso será subyugado” (Proverbios 12:24, NVI).

  • “El hombre bueno recibe el favor del Señor, pero el intrigante recibe su condena.” (Proverbios 12:27, NVI).

  • “El perezoso ambiciona, y nada consigue; el diligente ve cumplidos sus deseos.” (Proverbios  13:4, NVI).

  • “El perezoso no labra la tierra en otoño; en tiempo de cosecha buscará y no hallará.. .Los planes bien pensados: ¡pura ganancia! Los planes apresurados: ¡puro fracaso!” (Proverbios 20:4, 21:5, NVI).

  • “Perezoso, ¿cuánto tiempo más seguirás acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos… ¡y te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado!” (Proverbios 6:9-11).

Así es en la familia de Dios: a los perezosos no les va bien. Las personas que duermen hasta tarde todas las mañanas y pasan el día holgazaneando no prosperan.

Dios no es como el gobierno. No tiene programas que paguen a las personas por no trabajar. En Su sistema, si quieres prosperar, se espera que trabajes y seas productivo. Ya sea que seas madre y ama de casa a tiempo completo, estudiante, propietario de un negocio o empleado, se espera que hagas tu mejor esfuerzo y hagas un buen trabajo.

¿Qué pasa si tienes un trabajo que no te gusta, o tienes uno que no paga muy bien?

Se diligente de todos modos! Créele a Dios por un mejor trabajo si quieres, pero mientras tanto trata al que tienes con respeto. No hagas el menor esfuerzo posible para que no te despidan. Determina ser el mejor empleado que la empresa haya tenido jamás. Preséntate en el trabajo todos los días con una sonrisa en la cara y haz todo lo posible para ser una bendición en ese lugar.

“Tú no entiendes. Mi trabajo es aburrido y no es muy importante”, ¡Sí, probablemente lo es! Por un lado, te proporciona un ingreso para diezmar y la capacidad de sembrar en el reino de Dios. Te da la oportunidad de ir a trabajar todos los días pensando, estoy haciendo esto como para el Señor, y estoy sacando semilla para una cosecha.

Por otra parte, aunque tu trabajo no pague muy bien te da la oportunidad de ser fiel. Y si eres fiel, Dios puede bendecirte. Él no está limitado por donde empiezas. ¡Él puede llevarte desde el último peldaño de la escalera hasta la cima!

Eso es lo que les sucedió a los primeros dos siervos en la parábola que Jesús contó en Mateo 25. Comenzaron como esclavos y terminaron como gobernantes. Probablemente hayas leído la historia…

Al principio, a cada uno de los sirvientes se le encomendó la tarea de administrar cierta cantidad de dinero para su amo. A un siervo se le dieron cinco talentos de dinero; el segundo recibió dos talentos; y el tercero obtuvo un talento.

Después, el amo se fue de viaje y mientras estaba fuera, “El que había recibido las cinco mil fue en seguida y negoció con ellas y ganó otras cinco mil. Así mismo, el que recibió dos mil ganó otras dos mil. Pero el que había recibido mil fue, cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.” (versículos 16-18, NVI).

¿Qué pasó cuando el maestro regresó? ¡Él les dio a los dos siervos fieles promociones idénticas! A pesar de que comenzaron en diferentes niveles económicos, los bendijo a ambos por igual y dijo: “Su señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” Su señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (versículos 21 y -23, NVI).

El sirviente infiel, sin embargo, recibió un despido. El amo le dijo: “Pero su señor le contestó: “¡Siervo malo y perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido? Pues debías haber depositado mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo hubiera recibido con intereses. »”Quítenle las mil monedas y dénselas al que tiene las diez mil. 29 Porque a todo el que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia. Al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.” (versículos 26-29, NVI).

Este es uno de los principios clave en el sistema de prosperidad de Dios: la fidelidad trae promoción. La infidelidad resulta en disminución.

¡Dios quiere que crezcas y seas próspero! Él no es solo tu amo, como el hombre de la parábola, es tu amoroso Padre celestial. Él se deleita en prosperarte (Deuteronomio 30:9). Entonces, ¡dale la oportunidad de caminar en Sus leyes de abundancia!

Ponlo a Él y a Su Palabra en primer lugar en tu vida y en tus finanzas. Guarda esa Palabra en tu corazón y en tu boca. Y cuando Él ponga algo en tus manos, aunque parezca pequeño, se fiel con ello. Trabaja diligentemente con lo que se te ha dado y “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor.” (Colosenses 3:23-24 NVI).

 

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