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                   José Mª  García y  ella es mi esposa; Maricarmen  Galdó   

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 No temáis ; estad firmes y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.

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La Biblia revela que cuando Cristo regrese a la tierra como “Señor de señores y Rey de reyes”, sólo los “llamados y elegidos y fieles” estarán con Él (1 Tesalonicenses 4:16-17; Apocalipsis 17:14). Pero, ¿qué significa ser “llamado, escogido y fiel”?

Llamados, escogidos y fieles

Estas tres palabras definen a los santos de Dios. Y, aunque cada una tiene un significado diferente, todas son igualmente importantes.

Los llamados

En griego (leguaje original del Nuevo Testamento), la palabra traducida como “llamado” es kletos. Kletos a su vez está relacionada con el sustantivo klesis, que significa “un llamado” y se refiere “especialmente a la invitación de Dios para el hombre a aceptar los beneficios de la salvación (Diccionario expositivo del Antiguo y Nuevo Testamento de Vine, “Llamar, los llamados, llamado”). Esta palabra también es similar al equivalente griego de “iglesia”, ekklesia, que significa “llamado a salir”. En otras palabras, la Iglesia es el grupo de los llamados (invitados) por Dios a comprender su plan, arrepentirse de sus pecados y recibir el Espíritu Santo.

El llamamiento proviene de Dios, y Él es el único que puede llamar (invitar) a alguien. Cristo mismo lo confirma en Juan 6:44 diciendo que “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero”.

Existen muchos pasajes que mencionan el llamamiento cristiano. Pablo, por ejemplo, describe a los destinatarios de su carta a los romanos como “llamados a ser de Jesucristo” y “amados de Dios, llamados a ser santos” (Romanos 1:6-7). Y en su carta a los corintios, el apóstol escribe: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Corintios 1:9).

Además de llamarnos a la “comunión con su Hijo” —a tener una relación cercana con Él— Dios nos llama “de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9). Su llamamiento nos libra de la confusión y las falsas enseñanzas que abundan en el mundo y nos lleva a la luz de su verdad.

Sin embargo, ser llamado no es suficiente para ser santo. El siguiente paso es responder al llamamiento (invitación) de Dios. Para ser escogidos, no sólo debemos aceptar el llamado y estar agradecidos con él, también debemos poner hacer algo para servir a Dios y su Hijo.

Los escogidos

La palabra griega traducida como “escogido” es eklektos, que significa “seleccionado, selecto” y también puede traducirse como “elegido” (Diccionario expositivo del Antiguo y Nuevo Testamento de Vine, “Elección, escoger, escogido”). Aunque es Dios quien llama y escoge a las personas, ser “escogido” requiere de una decisión personal; depende de cada uno aceptar el llamado de Dios y actuar en consecuencia de él. En 2 Tesalonicenses 2:13-15, Pablo admite “dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra”.

En otras palabras, Pablo está diciendo que el proceso consta de dos partes: Dios llama y escoge a las personas, pero los hermanos (santos) deben permanecer firmes en lo que se les enseña por medio de la Palabra de Dios o sermones —deben ser y permanecer obedientes a Dios.

Efesios 1:13 agrega que “En él [Cristo] también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (énfasis añadido).

Luego de oír la palabra de verdad, debemos tomar la decisión de confiar en Dios, creer en su Hijo y ser sellados con el Espíritu Santo (que Dios da a través del arrepentimiento, la fe y el bautismo. Seleccione los enlaces si desea más detalles de estos temas).

No basta con aceptar el maravilloso llamamiento de Dios y luego seguir viviendo como nos parezca. Ser escogidos implica ser obedientes a Dios, ser “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas” (1 Pedro 1:2).

Como Pablo explica, los llamados tienen responsabilidades que cumplir: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos” (Colosenses 3:12-15).

Los fieles

“Fiel” proviene del griego pistos y puede significar dos cosas: “fiable, leal”, o bien “activo, que evidencia su creencia, confiado” (Diccionario expositivo del Antiguo y Nuevo Testamento de Vine, p. 402).

Los llamados y escogidos además deben ser fieles, deben actuar de acuerdo con sus creencias, obedecer y confiar en Dios y perseverar fielmente bajo cualquier circunstancia.

Su esperanza —en la que creen y confían profundamente— es recibir la vida eterna en la resurrección. Es por esto que en 1 Timoteo 6:12 Pablo insta a los cristianos diciendo: “echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado”.

La Biblia está llena de ejemplos de fe —Hebreos 11 menciona a muchos de ellos. Estos fueron hombres y mujeres de Dios que anhelaban la venida de su Reino y mantuvieron la vista en el futuro, confiando en Dios a pesar de difíciles pruebas. No sólo fueron llamados y escogidos, sino que también permanecieron fieles. (En la sección “Fe” encontrará artículos relacionados acerca de algunas de estas personas.)

“Muchos son llamados, y pocos escogidos”

Esta frase fue utilizada por Cristo para concluir la parábola del hombre que fue invitado a una boda pero no estaba vestido apropiadamente (Mateo 22:11-14). La lección es que toda persona llamada por Dios tiene la responsabilidad de responder a ese llamado haciendo cambios en su vida espiritual.

Otro ejemplo de esta obligación es Job 29:14, donde seguir la justicia se compara con ponerse una prenda de ropa: “Me vestía de justicia, y ella me cubría; como manto y diadema era mi rectitud”.

Apocalipsis 19:8 también utiliza este simbolismo para referirse a la Iglesia como a quien “se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”.

El hombre de la parábola había sido invitado a una boda y por lo tanto tenía el deber de vestirse apropiadamente —implicando simbólicamente que debía vestirse de justicia. Pero no lo hizo. A esto es a lo que Cristo se refería con la famosa declaración: “muchos son llamados, y pocos escogidos”. En otras palabras, todo el que ha sido llamado tiene la responsabilidad de prepararse espiritualmente y vestirse de justicia.

Hacer firme nuestro llamamiento y elección

El apóstol Pedro además nos recuerda la importancia de ser diligentes: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:10-11).

No podemos descuidar el llamamiento de Dios; debemos tener en mente que los llamados y escogidos tienen “preciosas y grandísimas promesas”, y “poniendo toda diligencia por esto mismo, [añadir] a vuestra fe virtud… conocimiento… dominio propio… paciencia… piedad, … afecto fraternal; y… amor.

“Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:4-8).

Maravillosa bendición, ¿no es así?

En la conclusión de 1 de Pedro, el apóstol además expresa su deseo de que “el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:10).

Dios desea que nuestra mente pueda comprender su verdad y quiere que permanezcamos fieles después de recibir su llamamiento para que lleguemos a ser sus escogidos —su pueblo elegido. Es cierto que seguir a Dios en medio de esta sociedad no es tarea fácil, pero hay esperanza. Pongamos manos a la obra para convertirnos en llamados, escogidos y fieles de Dios.

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